Todo era brillante, gris, brillante. En ese tumulto…
Vi su rostro…
(cinco minutos después, dislucidé)
era el rostro de un hombre triste.
Un hombre de mirada perdida, de ojos sin pestañear.
De quien está a un paso de llorar.
Exhalaba,
(con la boca entreabierta y mirada tonta)
hálitos sin querer.
El hombre, triste, pobre,
vuelve los ojos locos ante el golpe del destino;
que con todo lo vivido lo golpea en el alma.
Es un hombre, pobre.
(de esa pobreza del alma que a nadie le interesa)
Pobre. Vuelve, camina, va, viene.
Pobre.
Vuelve y llora.
(El llanto impotente, que nos hunde en la melancolía)
Ese hombre que en la vera de la vida, se lamenta con la mirada fija y los ojos perdidos.
Vuelve.
Llora y llora.
Y entre cada llanto vuelve sus ojos.
Pero sus ojos no eran sus ojos.
Su boca no era su boca.
Era yo, quien lloraba, quien gemía.
Vi su rostro y era mi rostro.
Reblogueó esto en Cristina Moony comentado:
Nadie quiere a los tristes
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me gusto este cuento inedito
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Excelente presentación amigo. Esa es la real presentación de un artista.